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ICANN anuncia nueva ronda de dominios en 2026: la historia de quién ganó (y perdió) en la expansión de Internet

La ICANN (Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números) ha confirmado la apertura en 2026 de una nueva ronda de solicitudes para dominios de nivel superior genéricos (gTLD). Empresas y organizaciones podrán pedir nuevas extensiones personalizadas, continuando la expansión iniciada en 2012 que redefinió el ecosistema de Internet. El anuncio obliga a repasar la historia completa: los ganadores de la primera ola, el coste real de una extensión propia y el inesperado beneficiario del auge de la inteligencia artificial.

La era del .COM: la primera fiebre del oro digital.

Para comprender la magnitud del anuncio hay que mirar atrás. En los años noventa, conseguir un buen dominio .com era el equivalente digital de encontrar una veta de oro. Internet se limitaba a siete extensiones genéricas (.com, .net, .org, .edu, .mil, .gov y .int), además de los códigos de país. Los dominios cortos y fácilmente recordables se vendían por fortunas. Pizza.com se vendió por 2,6 millones de dólares, Sex.com alcanzó los 13 millones y Voice.com batió récords con 30 millones en 2019. Aquella fue la fiebre del oro digital: comprar dominios por 20 o 100 dólares para revenderlos después por cifras millonarias. Personajes como Rick Schwartz, conocido como The Domain King, amasaron fortunas de más de 100 millones con esa especulación. Aquella primera ola de oportunidad se agotó cuando los nombres genéricos más valiosos quedaron registrados.

La explosión de 2012: ICANN abre las compuertas

Tras décadas de estancamiento, en 2012 ICANN lanzó el Programa de Nuevos gTLDs. Cualquier empresa u organización podía solicitar su propia extensión pagando una tarifa base de 185.000 dólares, destinada a cubrir la revisión técnica, legal y financiera. El resultado fue una expansión sin precedentes: de una veintena de dominios se pasó a más de 1.200 nuevas extensiones en pocos años. Surgieron dominios geográficos como .madrid, .london o .tokyo, corporativos exclusivos de marcas como Google o Amazon, y genéricos de nicho como .shop, .app, .blog, .tech o .music.

Entre los pioneros destacó Daniel Negari, que lanzó la extensión .xyz con una estrategia de precios ultra bajos. En 2015, Google eligió abc.xyz como dominio para Alphabet Inc., y el éxito fue inmediato. Hoy más de 4,8 millones de dominios usan .xyz, con ingresos medios de entre cinco y diez dólares anuales. Su empresa, XYZ Registry, gestiona 23 extensiones más y ha construido un negocio valorado en decenas de millones de dólares.

La paradoja de las 1.200 extensiones

La expansión creó un dilema costoso: ¿debe una empresa registrar su nombre en las más de mil extensiones disponibles para proteger su marca? La respuesta práctica es que solo las grandes corporaciones pueden permitírselo. Las pymes y particulares suelen limitarse al .com o al dominio de su país y dependen de mecanismos como el Trademark Clearinghouse o el Uniform Rapid Suspension. Muchos expertos consideran que esta expansión terminó alimentando un negocio basado en el miedo de las marcas a ser suplantadas, una forma de cybersquatting institucionalizado. Pero a pesar de la variedad disponible, el dominio .com sigue reinando con un 46 % del mercado y el 99 % del tráfico concentrado entre .com, .org, .net y los códigos de país.

Anguila (.AI): el inesperado ganador del boom de la IA

Mientras empresas gastaban cientos de miles de dólares solicitando nuevos gTLDs, una pequeña isla del Caribe se convirtió en la gran ganadora. Anguila, territorio británico de ultramar con apenas 16.000 habitantes, recibió el dominio .ai en 1995 sin sospechar que 28 años después valdría una fortuna.

Con el auge de la inteligencia artificial, las licencias del dominio .ai se dispararon. En 2021 generaban 7,4 millones de dólares; en 2023 ya eran 32 millones, y se proyecta que en 2025 alcancen los 48 millones, cerca del 47 % de los ingresos públicos del país. Registrar un dominio .ai cuesta entre 140 y 180 dólares por dos años. Actualmente hay unas 870.000 direcciones activas, entre ellas Perplexity.ai, Character.ai o x.ai.

Los ingresos han financiado la ampliación del aeropuerto, atención médica gratuita para mayores de 70 años y programas deportivos. Casos parecidos, aunque de menor escala, se han dado con Tuvalu (.tv), el Territorio Británico del Océano Índico (.io) o Montenegro (.me), y otros menos conocidos como Guernsey (.gg), emblema del mundo gamer, Micronesia (.fm) del audio online, y Colombia (.co) de las startups. Usualmente pequeños territorios con nombres que, por pura casualidad lingüística, acabaron dominando sectores enteros de la red.

El coste real de un nuevo TLD

La nueva ronda de 2026 reaviva el interés por crear extensiones de nicho, pero la barrera económica sigue siendo considerable. La inversión inicial oscila entre 300.000 y 500.000 dólares, incluyendo la tarifa de solicitud de ICANN (unos 185.000) y los gastos técnicos y legales. A ello se suman costes anuales de entre 50.000 y 100.000 dólares en mantenimiento, supervisión técnica y auditorías.

El proceso de evaluación puede prolongarse hasta veinte meses. Si dos solicitantes compiten por la misma extensión, ICANN resuelve mediante subasta, y las cifras alcanzan niveles estratosféricos: el dominio .web se adjudicó por 135 millones de dólares.

Quien logra la aprobación se convierte en operador de registro exclusivo, con monopolio sobre la venta y administración de todos los dominios bajo esa extensión. Ese privilegio es lo que justifica el coste inicial y explica por qué el negocio sigue siendo altamente rentable. El éxito ya no está al alcance de los especuladores individuales de los noventa, sino de quienes pueden asumir una inversión corporativa o de países que, como Anguila, tuvieron la fortuna de poseer un código de país coincidente con una tendencia tecnológica mundial.

IA, Internet

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